SLIPKNOT

viernes, 13 de enero de 2012

EL ADN DEL ALMA ( I )

Si partimos de la base que todo es energía,
nada se destruye todo se transforma según
la segunda ley de la termodinámica, también
aceptaremos que el ser humano es energía
en perpetua vibración. Por consiguiente,
cada órgano, cada célula, cada corpúsculo
de nuestro cuerpo vibra a un ritmo determinado.
Es parecido a las frecuencias de ondas electromagnéticas,
si hay equilibrio entre ellas escucharemos la radio pero si
por el contrario se forma una disonancia por un desequilibrio
de una de las bandas, lo que recibiremos serán interferencias
que terminarán convirtiéndose finalmente en ruido.
Habremos enfermado.




Nuestros chacras contienen unas emociones que canalizan
su vibración hacia órganos y sistemas de distribución de
nuestro cuerpo. Por eso cuando uno se siente contento, y
su vida esta plena la salud fluye todo es un conjunto armónico.
No hay más que recordar como nos sentimos el dia que nuestro
amor es correspondido. Nuestros ojos brillan, nuestra mirada
tiene atractivo, logramos nuestros deseos y parece que de repente
brilla la buena estrella, dice el refrán.
Tenemos una vibración muy alta: el amor.


Pero si por el contrario sufrimos por un problema,
dormimos mal, generamos molestias estomacales,
y nuestros sistema inmunológico baja de calidad,
y nos sentimos inseguros, perdemos el interés por las
cosas, y nos dejamos invadir por el desanimo,
lo cual genera problemas de tipo infeccioso.
Todo se debilita.


Pero el origen es emocional.
La vibración ha sido atacada en su centro
y se crea la disonancia.


El chacra recibe el impacto y se cierra o se dobla
o se desvía, y por consiguiente la energía del órgano
al cual va canalizado el fluido comienza perder equilibrio.
No llega al ritmo deseado, ha bajado su frecuencia y si
esto persiste durante un tiempo, pasaremos del nivel
interferencia a un ruido que irá “in crescendo”
para finalmente desembocar en dolencia.
Curiosamente, el cuerpo es el ultimo en enterarse
del caos vibracional, aunque es el que “materializa”
la consecuencia de la enfermedad del alma.






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